Trolls

Una de las cosas que se han hecho visibles en los últimos años a través de internet son los trolls. No es que no existieran, siempre han existido. Pero internet les ha permitido sacar del armario lo peor de sí mismos. Antes de internet el troll sólo aparecía en reuniones familiares con alguna copa de más ante el pobre cuñado de turno, o a las dos de la mañana en un pub de mala muerte tras alguna cena de empresa.

Era en esos momentos en los que el informático de turno, el tímido procurador de oficio, o el auxiliar administrativo de la gestoría de la esquina de repente mostraban un sorprendente espíritu combativo y dejaban caer a sus sufridas audiencias sus febriles análisis del mundo. Sólo la resaca del día siguiente, etílica y espiritual, actuaba como elemento moderador en estos espíritus incomprendidos y oprimidos durante la mayor parte de su vida. Pero todo cambió un día: unos chicos del CERN crearon una cosa a la que llamaron World Wide Web.

Ni Marconi podría imaginarse que su invento terminaría creando una cosa llamada La COPE ni Tim Berners-Lee que sus investigaciones darían lugar a proyectos como Libertad Digital, burbuja.info, o foropolitica.com. Tres puntos calientes de la red del desahogo, que comparte fronteras con la inmensa red mundial de páginas pornográficas. Ambos mundos tienen un mismo objetivo para el visitante: la practica de la masturbación. Es un poco como las industrias alimenticias de productos hipercalóricos -Donuts, McDonalds, Coca-Cola-, que comparten clientes con los cárteles de la cocaína.

Lo curioso del fenómeno troll es que tras salir muchos de ellos del armario gracias a internet, la cosa ha evolucionado hasta el punto de que en vista de la buena marcha de la economía del desahogo ya existen trolls profesionales a los que se les paga por escupir con su foto, nombre y apellidos. Son la versión con perilla y gafas de Jenna Jameson. Normalmente son de la órbita de una derecha casposa y en vías de empobrecimiento. La represión sexual católica crea monstruos y por alguna parte tiene que salir la rabia.

El problema es que los líderes del orgullo troll, con Jiménez Losantos a la cabeza, les invitan de un tiempo a esta parte a que practiquen sus actos de onanismo en público. Es el mayor problema del fenómeno, que de repente te encuentras con alguno de ellos enloqueciendo en plena calle. Cuesta reprimir la risa o el sonrojo que provoca la vergüenza ajena.

noviembre 14, 2009. Etiquetas: , , , , , . Incendios, Ramón, Uncategorized.

2 comentarios

  1. Preste Juan replied:

    Si hay una cosa que me atormenta en las noches de insomnio es el remordimiento por haberme dejado embaucar, long time ago, por alguno de estos, de los no profesionales, en absurdas discusiones sin sentido, ni propósito. Menos mal que con los años uno va aprendiendo a conocerlos y a huir de ellos.
    “los líderes del orgullo troll”. Gran idea, no se puede decir mejor y con menos palabras eso es exactamente lo que son. Gracias por desenmascararlos con tanto acierto.

  2. ramonescribe replied:

    Hace tiempo que comencé a sufrirlos, ahora tiendo a ignorarlos, y he pensado bastante en el fenómeno. De ahí que ya fuese necesario escribir unas líneas.

    A propósito, hay algo que no cito en el artículo y que es importante. La nueva economía de internet permite que gracias a los trolls muchos lugares reciban bastantes visitas de ellos. Acuden a insultar y demás al personal que escribe en ciertos medios, pero son visitas al fin y al cabo.

    Basta con mirar la participación que recibe Público. Un ejemplo:

    http://www.publico.es/espana/269892/pnv/exige/quitar/subvenciones/retiren/simbolos/franquistas

    Vivir de tus enemigos, menudo arte.

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